Una vida entera reciclando

Una vida entera de reciclaje

Es de noche en la avenida República del Salvador, en el centro-norte de Quito. Los edificios de vidrio iluminan la calle y los bares aún tienen música a medio volumen. Entre oficinistas que se apresuran y estudiantes que conversan en las esquinas, una mujer empuja un carrito cargado de cartón. Nadie la mira dos veces.

Mercedes tiene más de sesenta años y aún sigue reciclando. Sus manos cargan con tres décadas de trabajo silencioso. Ella pertenece a un sector de la población que rara vez aparece en las estadísticas oficiales, aunque su labor sostiene a todo el país. Mientras camina por las calles recolectando cartón, botellas y plásticos, piensa en lo que le gustaría hacer si pudiera descansar.

“En esta edad que ya tengo, quisiera irme a pasear con mis nietos, con mis hijas, yo también descansar ya no trabajar ya no reciclar”, dice con una mezcla de cansancio y esperanza.

El reciclaje no fue un sueño de infancia ni una elección vocacional. Fue, más bien, una de las pocas opciones disponibles para sostener a su familia. Mercedes recuerda con orgullo que con lo que gana “les he dado el estudio a mis hijas, ha sido el sustento de mi casa”. Esa frase resume la paradoja: el trabajo más invisible es también el que ha permitido que cientos de familias puedan salir adelante.

 

El peso de la edad y la falta de descanso

Mercedes, de cabello corto, se acomoda el mandil azul antes de salir a trabajar. Cada jornada enfrenta la fatiga física de caminar largas distancias, negociar precios bajos por el material recolectado y volver a casa con apenas lo suficiente para cubrir lo básico. Su ingreso rara vez supera los 200 dólares mensuales, menos de la mitad del salario básico en Ecuador, que hoy es de 470 dólares.

No es un caso aislado. Según el Censo Nacional de Recicladores del 2021, en el país existen cerca de 20.000 recicladores de base. La mitad de los adultos que ejercen este oficio tienen entre 60 y 70 años. La imagen de personas mayores cargando bultos de cartón o arrastrando carretillas debería conmover a un país entero, sin embargo, muchas veces pasan inadvertidos, como si fueran parte del paisaje urbano.

Un aporte que no se reconoce

Las cifras hablan por sí solas. Según el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), los recicladores de base recolectan aproximadamente el 50% de todo el material reciclable en Ecuador. Sin ellos, gran parte de lo que hoy se reutiliza terminaría en botaderos y rellenos sanitarios. Y lo hacen sin maquinaria, sin estabilidad laboral, sin seguro médico y sin acceso a una jubilación digna. Apenas un 4% está afiliado al IESS.

El Ministerio de Inclusión Económica y Social identificó en el Registro Social 2018 que un 61% de recicladores de base están en condiciones de pobreza, 45,7% en pobreza y 18,8% en pobreza extrema. Detrás de esos porcentajes están historias como la de Mercedes, que desde la madrugada cargan con el trabajo que otros prefieren no ver.

Una ley con avances limitados

En 2021 se aprobó la Ley Orgánica de Economía Circular Inclusiva (LOECI). En teoría, abre un camino para integrar la dimensión social al reciclaje, fomentar el ecodiseño y garantizar empleos dignos e inclusivos. Sobre el papel parece un avance enorme, pero en la práctica los cambios han sido lentos.

Para Mercedes, la ley aún no se traduce en mejoras reales. Las condiciones siguen siendo precarias y el descanso todavía es un lujo imposible. Por eso, quienes defienden la inclusión de los recicladores insisten en que una tonelada solo será justa si cumple cinco condiciones:

  1. que el material llegue limpio, seco y separado
  1. que se reconozca un pago por el servicio de recolección y no solo por la venta del material
  1. que exista formalización y respaldo legal
  1. que tengan acceso a salud y jubilación
  1. que la sociedad los valore como actores clave de la economía circular

 

El valor de las asociaciones

Frente a esta realidad, las asociaciones de recicladores han encontrado formas más justas de repartir el esfuerzo y el ingreso. En varias de ellas los recursos se dividen por igual, lo cual reconoce el tiempo y trabajo invertido por personas mayores que no pueden recolectar lo mismo que los jóvenes, pero sí realizan otras tareas indispensables como la clasificación en centros de acopio.

Este modelo también tiene un trasfondo humano, reconoce que algún día todos y todas envejecerán y que la solidaridad intergeneracional es clave para sostener la cadena de reciclaje. Además, los beneficios se reparten entre las asociaciones que forman parte del proceso y una parte se reserva para fortalecer sus operaciones, por ejemplo, adquirir más vehículos, instalar centros de acopio propios y extender sus servicios a escala nacional.

El derecho a jubilarse

El anhelo de Mercedes no es extraordinario. Quiere descansar, pasar tiempo con sus nietos, disfrutar de la vida sin la angustia diaria. Ese deseo debería ser un derecho básico, no un privilegio inalcanzable.

El reciclaje inclusivo no solo implica reconocer a quienes lo hacen posible, sino también pensar en su futuro: garantizar que después de décadas de trabajo, puedan jubilarse con dignidad. La justicia en el reciclaje también significa asegurar que quienes han cargado la ciudad a sus espaldas tengan la posibilidad de descansar.

Un respiro en medio de la rutina

En medio de tantas carencias, también surgen momentos de respiro. Uno de ellos fue la ReciMañana Divertida, organizada por ReciVeci en 2025 para conmemorar el Día del Reciclador. Gracias al respaldo de aliados como Latitud R y Fundación Avina, junto con diversas empresas y fundaciones, este evento se convirtió en un espacio de celebración, reconocimiento y alegría para quienes día a día sostienen la cadena de reciclaje.

Más de 220 recicladores, sus familias y sus hijos pudieron acceder a atención dental y visual, ropa, cortes de cabello y un espacio para descansar y jugar. La risa de los niños, el alivio de un chequeo médico y la posibilidad de compartir en comunidad demostraron lo que significa dignidad. No resuelve todo, pero abre una ventana hacia lo que debería ser cotidiano y no excepcional.

¿Qué podemos hacer?

En ReciVeci trabajamos para que recicladores como Mercedes reciban material limpio y seco, entregado por la ciudadanía o en nuestras estaciones disponibles en la ReciApp. Así, gran parte del material llega a ellos sin necesidad de hurgar entre desechos, lo que mejora sus ingresos y les devuelve tiempo. Como dice Mercedes: “Si ellos nos apoyaran, también reciclando fuera el éxito me llamaran, me dijeran, sabe que señora Mercedes, véngase a tirar el material y ahí tuviera más tiempo de cuidarle a mi madre, estar más tiempo con ella.”

El futuro del reciclaje inclusivo depende de reconocer que los recicladores no son parte del paisaje, sino protagonistas que merecen una vida digna. Invitamos a empresas, instituciones y ciudadanía a sumarse para que iniciativas como la ReciMañana divertida se multipliquen, y para que Mercedes, y miles como ella, puedan envejecer con el reconocimiento y descanso que merecen.

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